Los psicólogos también somos vulnerables

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Ser psicóloga no significa tenerlo todo resuelto. Yo también soy vulnerable. Te cuento cómo cuido de mí cuando algo se mueve dentro.

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Ser psicóloga no me hace inmune

Acompaño a personas en sus procesos emocionales cada semana, pero eso no significa que yo tenga todo resuelto. Ser psicóloga no me protege del malestar, de las heridas pasadas, del cansancio o de mis propias contradicciones.
Como cualquier persona, también transito mis procesos, también me hago preguntas, también me descuido a veces.

No creo en la idea de que hay que tenerlo todo claro para acompañar a alguien. Creo en poder mirarse, revisarse y sostenerse cuando algo duele o se desajusta. Y en poder hacerlo con honestidad.

También he sentido el vértigo de estar al otro lado

Yo también he estado en procesos terapéuticos. También he sentido el vértigo de estar al otro lado y dejar ver mis vulnerabilidades. De dejarme acompañar, de rendirme a no tener todas las respuestas, de confiar en alguien más para entenderme.

Y ha sido una experiencia muy bonita, muy humana, emocionante. No solo me ha ayudado a conocerme mejor, sino también a mirar con más ternura a quien se sienta frente a mí en consulta.

Escuchar las emociones y también el cuerpo

Con los años, he aprendido a escucharme por dentro. Tristeza, ansiedad, preocupación… todas ellas son formas de mi mundo interno de pedirme atención. Aprender a darles lugar, sin juzgarlas ni taparlas, ha sido parte de mi camino.
Y no solo las incómodas. También intento escuchar y sostener la tranquilidad, la esperanza, la ilusión cuando aparecen. Porque ellas también son información, también son parte de mí.

Y cuando hay emociones más difíciles de escuchar, mi cuerpo también me avisa si algo no está bien: tensión cervical, dolores de cabeza, molestias digestivas o cambios en el apetito. Son señales que antes pasaba por alto, y que ahora intento descifrar con más cuidado porque me avisan de que hay algo que atender.

Cuando me paro a cuidarme

Cuando me escucho, intento responderme con acciones. Bajo el ritmo si puedo. Reviso mis exigencias. Pido apoyo a mis personas de confianza. Lloro si lo necesito. Porque llorar también es una forma de aclararse, de descomprimir, de abrir espacio. Por algo dicen que después de la tormenta, siempre llega la calma.

A veces no es fácil, y no siempre lo consigo en el momento justo. Pero intento volver a mí cada vez que me alejo.

No se trata de estar bien siempre, sino de reconectarse

Este trabajo emocional no va de estar bien todo el tiempo. Va de poder mirarte con honestidad cuando no lo estás. De darte lo que necesitas sin castigo ni culpa. De reconocer lo que te duele y también lo que te sostiene.

Yo también estoy en ese camino. Y si tú estás en él, quiero que sepas que no tienes que hacerlo solo/a.

Si estás en un momento en el que algo dentro de ti te pide atención, quizá sea el momento de parar, escucharte y empezar a cuidarte desde otro lugar. Puedo acompañarte en ese proceso si lo necesitas.

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