Estilos educativos parentales y su impacto

estilos educativos parentales
Educar no es fácil, y nadie lo hace perfecto. Pero los estilos educativos sí dejan huella en la autoestima y seguridad de los hijos. Te cuento cuáles son y cómo impactan.

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1. Qué son los estilos educativos parentales

Educar no es solo lo que decimos a los hijos, sino cómo lo hacemos. El tono, la actitud, la manera de poner límites y de acompañar emociones conforman lo que se conoce como estilo educativo parental.

Este estilo es el marco general de la relación madre/padre-hijo, y aunque varía según el contexto, suele mostrar un patrón dominante. Entenderlos ayuda a reflexionar sobre qué transmitimos y cómo eso influye en el desarrollo de los niños.

2. Los cuatro estilos educativos clásicos

A lo largo de la investigación psicológica se han identificado cuatro grandes estilos en función de dos variables: el afecto y los límites. La clasificación es la siguiente:

  • Autoritario: mucho control y normas, poco afecto y espacio para expresar emociones o necesidades. Prima la obediencia y la sumisión sin espacio para la autonomía. Son esos padres del: «porque lo digo yo».

  • Permisivo o indulgente: mucho afecto, pero poca exigencia. Se evita el conflicto, se cede ante las demandas del niño y no se tolera su frustración. Son esos padres que tienen dificultades para ver y sostener que el niño llore o se frustre.

  • Indiferente o negligente: bajo control y bajo afecto. Se caracteriza por la falta de implicación y acompañamiento. Son padres ausentes y que no se responsabilizan de educar al niño/a.

  • Autoritativo o democrático: combina normas con afecto, límites claros con escucha y validación. Son esos padres que escuchan, negocian, saben mantener un «no» y tolerar que el niño/a se frustre. Ante esa frustración, acompañan con afecto.

3. Ejemplos cotidianos de cada estilo

  • Deberes escolares
    • Autoritario: “Los haces porque lo digo yo y punto”.
    • Permisivo: “Hazlos si quieres, si no tienes ganas o estás cansado, ya hablaré yo con la profesora para que no haya consecuencias”.
    • Negligente: ni se pregunta ni se supervisa.
    • Democrático: “Los deberes son tu responsabilidad. Te ayudo a organizarte y si algo no entiendes, lo vemos juntos. Si no los haces tendrás que rendir cuentas tú con tu profesora”.
  • Recoger juguetes
    • Autoritario: “Recoges ahora mismo o te castigo”.
    • Permisivo: “Bueno, ya los recojo yo”.
    • Negligente: nadie se ocupa.
    • Democrático: “Es importante recoger después de jugar. Te acompaño y lo hacemos juntos hasta que aprendas”.
  • Rabieta en el supermercado
    • Autoritario: castigo o gritos.
    • Permisivo: se compra lo que el niño pide para evitar el conflicto.
    • Negligente: no hay respuesta.
    • Democrático: se valida la emoción (“entiendo que estés enfadado”), pero se mantiene el límite (“hoy no compramos eso”).

4. El impacto en el desarrollo del niño

Para entender cómo los estilos educativos afectan al desarrollo, conviene fijarse en dos elementos clave: el nivel de afecto y la presencia o ausencia de normas y límites.

El bajo afecto da lugar a baja autoestima al crecer con la sensación de no ser tenido en cuenta. Aprenden que no son importantes o valiosos, que no son queridos y que sus emociones no tienen ningún interés para nadie. Ellos mismo dejarán de escuchar sus propias emociones y necesidades y mostrarán inseguridad y dificultad para confiar en los demás. Algunos se vuelven muy complacientes en busca de cariño y aceptación que no tuvieron, mientras que otros se distancian y aparentan no necesitar a nadie como protección para que nadie les vuelva a hacer ese daño.

Cuando hay exceso de normas y exigencias, algunos niños se vuelven sumisos y cumplen con todo lo que se les pida sin cuestionar nada. Otros quizás son personas hiperresponsables porque se les enseñó que tenían que poder con todo, con lo que era su responsabilidad y con lo que no, también. Y puede que otros se muestren muy irresponsables con sus vidas porque aprendieron a moverse en base a órdenes e imposiciones externas y, cuando en la edad adulta éstas desaparecen, se pierden, no tienen referencia de lo que deben hacer y no saben tomar decisiones responsables.

Cuando hay carencia de normas y límites, el niño crece sin un marco claro de referencia. Puede convertirse en alguien inseguro (porque nunca sabe qué se espera de él/ella) o en alguien con baja tolerancia a la frustración y tendencia a hacer lo que quiere sin medir las consecuencias. Esto puede traducirse en dificultades para aceptar normas sociales y convivir con otros. También puede dar lugar a personas con gran dificultad para poner límites porque normalizaron que no los tenía que haber. Por último, también los niños pueden vivir este fenómeno como abandono. La carencia de límites como signo de desatención y de ahí se puede derivar una baja autoestima.

Por tanto, cada estilo deja huella en áreas fundamentales:

    • Estilo autoritario (bajo afecto + exceso de normas)
      Hijos obedientes o hiperresponsables, pero con baja autoestima, miedo a equivocarse y dificultad para desarrollar criterio propio. También puede generar rebeldía e irresponsabilidad al desaparecer las figuras de autoridad externas.

    • Estilo permisivo o indulgente (alto afecto + carencia de normas)
      Hijos con buena expresión emocional y cercanía, pero con baja tolerancia a la frustración, tendencia a la impulsividad y dificultades para aceptar límites o ponerlos en sus propias relaciones.

    • Estilo indiferente o negligente (bajo afecto + baja presencia de normas)
      Hijos con sensación de desamparo, baja autoestima y mayor dificultad para confiar en los demás. Pueden mostrarse inseguros, con problemas de conducta y tendencia a buscar validación fuera de casa de manera intensa.

    • Estilo democrático o autoritativo (alto afecto + normas claras y flexibles)
      Hijos seguros, con buena autoestima, capaces de confiar en sí mismos y en los demás. Desarrollan autonomía, capacidad de autorregularse y habilidades sociales que les permiten convivir mejor con otros.

5. El estilo democrático como equilibrio

Es importante no usar estas categorías como etiquetas rígidas. Nadie educa desde un único estilo todo el tiempo. El contexto, el cansancio, la cultura y la historia personal influyen. Lo que importa es la tendencia general y cómo, poco a poco, nos acercamos al estilo que mejor favorece el desarrollo.

El estilo democrático se ha asociado con un desarrollo más sano porque combina lo mejor de los dos polos: normas y límites claros, pero también afecto, escucha y validación. Favorece que los niños entiendan el porqué de las normas y aprendan a confiar tanto en sí mismos como en los adultos que los cuidan. Se sienten vistos, importantes y tenidos en cuenta.

6. Consejos prácticos para acercarse al estilo democrático

  • Escuchar lo que el niño siente antes de responder.
  • Validar las emociones aunque no se acepten todas las conductas.
  • Mantener límites claros y consistentes.
  • Explicar las normas con palabras que puedan entender y que esas normas sean razonables y no aleatorias o excesivas.
  • Dar autonomía progresiva, confiando en sus capacidades.

7. El trabajo empieza en uno mismo

Nadie educa bien siempre. Lo importante es reconocerlo y seguir aprendiendo. Para avanzar hacia un estilo más democrático hace falta, sobre todo:

  • Trabajar la propia regulación emocional.
  • Revisar los modelos recibidos en la infancia.
  • Entender por qué reaccionamos como reaccionamos.
  • Aprender a parar y responder en lugar de reaccionar desde la impulsividad o la frustración.

Educar es acompañar también desde nuestras imperfecciones. Y es en ese camino, lleno de ensayo y error, donde los hijos aprenden más de lo que decimos: aprenden de cómo nos relacionamos con ellos y con nosotros mismos. Ahí entra en juego el cómo les pedimos perdón y cómo reparamos lo que ha ocurrido, para que ellos aprendan a hacerlo también cuando cometan errores. 

Si sientes que educar se te hace cuesta arriba o que repites formas de reaccionar que no deseas, no significa que estés fallando como madre o padre. Significa que hay un camino de crecimiento posible. Si lo necesitas, puedo acompañarte en ese proceso.

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