El apego como origen del «yo»: ser alguien para otro

apego
El apego no es solo amor: es estructura psíquica. Te explico cómo se construye, qué lo facilita y por qué es tan importante para el desarrollo del bebé.

Consúltame

Nacemos dependientes: el vínculo como necesidad biológica y emocional

El ser humano nace con un sistema nervioso inmaduro y nace totalmente dependiente. Para sobrevivir y desarrollarse necesita de forma absoluta el cuerpo, la mirada y la mente de otro. No puede alimentarse, regularse, calmarse, ni entender lo que siente sin alguien que le sostenga.

Esta necesidad, por tanto, no es solo física: es también afectiva y relacional. Los primeros vínculos serán de vital importancia en tanto que se convertirán en el entorno en el que el bebé aprende a sentirse, pensarse y existir. Desde ahí se empezará a construir el apego y, desde el apego, el «yo».

Fusión psíquica: el bebé aún no sabe que es “otro”

En los primeros meses de vida (aproximadamente hasta los 6-8 meses), el bebé no se percibe como una persona separada. Vive en una experiencia de fusión psíquica con su figura principal de cuidado, normalmente la madre. Esa figura le presta, además de cuidados y alimentación, estructura, sentido y regulación. Es su “yo extendido”.

Esta vivencia es diádica: se da siempre con una figura a la vez. Si esa figura se ausenta, el bebé puede reorganizarse y encontrar continuidad emocional si otra persona (como el padre o la abuela) le sostiene con sensibilidad. No hay confusión, porque su mente aún no integra relaciones múltiples como entidades diferenciadas. Vive a través de la relación que tenga disponible en ese momento.

¿Quién ocupa ese lugar de fusión y apego?

A partir de los 6-8 meses, el bebé ya diferencia personas y empieza a mostrar preferencia hacia ciertas figuras, especialmente en momentos de angustia. Aunque culturalmente solemos hablar de la madre, lo esencial no es el vínculo biológico sino la disponibilidad afectiva y física. La figura con la que se establecerá el vínculo de apego principal será aquella que:

  • esté más presente,

  • responda con mayor sensibilidad,

  • regule más eficazmente el malestar del bebé,

  • y se mantenga más estable en el tiempo.

El apego puede construirse con más de una figura, pero tiende a organizarse jerárquicamente y a haber siempre una figura de apego principal.

Separarse sin romper: el inicio del yo

Hacia los 8-9 meses, el bebé empieza a reconocerse como alguien separado. Aparecen la ansiedad por separación, la búsqueda activa del cuidador y una nueva capacidad para formar representaciones internas de “mi mamá» (o quien sea la figura de apego) aunque no la tenga delante. Es el inicio de la individuación: separarse sin dejar de estar vinculado.

Para que esta separación no sea traumática, es esencial que haya un vínculo seguro que le permita explorar y regresar. El apego seguro no impide la autonomía: la hace posible. A medida que el bebé empieza a gatear y a desplazarse por sí mismo, surge la posibilidad real de alejarse físicamente de su figura de apego. En ese momento, se vuelve crucial cómo es recibido al volver: si quien lo espera le acoge con afecto, sin reproches ni frialdad, el bebé aprende que puede alejarse sin perder el vínculo. Esa experiencia repetida de ida y vuelta —explorar, separarse, regresar y ser bien recibido— es el núcleo del apego seguro. Desde ahí, se construye la confianza básica para crecer, frustrarse, arriesgarse y vincularse con otros.

El papel de la figura principal en la formación del yo

La figura principal de apego no solo calma: traduce emocionalmente al bebé. Le pone palabras, tono, sentido a lo que siente. Le ayuda a organizar su mundo interno y a sentirse alguien.

Cuando esta figura ofrece una presencia sensible y coherente, el bebé empieza a internalizarla como base segura: “existo, y el otro también, y puedo estar con él o sin él sin perderme”.

Esto es clave para que más adelante pueda desarrollar autoestima, autonomía emocional y vínculos sanos.

Los momentos del día que construyen el apego

No es cuestión de cuántas horas se pasa con el bebé, sino de qué se hace en esas horas. El apego se construye especialmente en momentos cotidianos cargados de valor relacional:

  • El acompañamiento al dormir y durante la noche (alta vulnerabilidad emocional).

  • La regulación del llanto o el malestar (hambre, miedo, incomodidad).

  • Las rutinas compartidas (comida, baño, descanso) con presencia sensible.

  • El juego interactivo con atención mutua y expresión emocional positiva.

  • Y, sobre todo, la reparación cuando algo se rompe (un grito, una separación, una tensión).

Cada experiencia de contención, sintonía y cuidado emocional deja una huella que estructura el vínculo.

Los cuatro tipos de apego: si no hay presencia, no hay estructura

El tipo de apego que se forma depende de la calidad de la relación entre el bebé y su cuidador principal. Esto afectará a su forma de regularse, de vincularse y de verse a sí mismo en el futuro.

Los estudios de Mary Ainsworth y posteriores investigaciones identifican cuatro patrones de apego:

  1. Apego seguro
    El bebé se siente protegido y acude a su figura cuando necesita consuelo. Explora con confianza y se calma fácilmente con el reencuentro. Se construye cuando hay disponibilidad constante, sensible y predecible.

  2. Apego inseguro evitativo
    El niño aparenta independencia, no protesta ante la separación y evita el contacto al regreso. Se da cuando el cuidador es distante o rechaza el malestar emocional.

  3. Apego inseguro ambivalente (o ansioso)
    El bebé se angustia intensamente ante la separación y no se calma fácilmente con el regreso. Muestra conductas contradictorias. Surge cuando el cuidado es inconsistente: a veces disponible, a veces no.

  4. Apego desorganizado
    Conductas caóticas, desorientadas o congeladas. No hay estrategia coherente de acercamiento. Se asocia con experiencias de miedo, trauma o negligencia en el vínculo.

Estos estilos no son diagnósticos, sino patrones relacionales que pueden moldearse, repararse y evolucionar a lo largo de la vida.

El vínculo como cimiento del desarrollo emocional

El apego no es un accesorio emocional. Es el entorno psíquico en el que el bebé se construye como persona. Cuando ese vínculo es suficientemente seguro, el niño puede separarse sin desorganizarse y confiar, explorar, y construir relaciones sanas más adelante.

Porque antes de ser alguien en el mundo, necesitamos ser alguien para otro.

¿Quieres acompañar mejor a tu hijo en su desarrollo emocional?

Si estás en ese momento en que te preguntas si lo estás haciendo bien, si quieres entender mejor las necesidades de tu hijo, su mundo emocional y cómo construir un vínculo más seguro, te acompaño en terapia.

Pide cita.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: Patricia Vílchez Las Heras.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Ir al contenido