Lo que te pasa también tiene que ver con los demás
A veces sentimos que algo no va bien, pero no sabemos muy bien por qué. Puede que no se trate solo de lo que te pasa dentro, sino también de cómo te relacionas con los demás y del lugar que ocupas en tu entorno. La terapia sistémica parte de esa idea: no somos islas, y nuestro malestar muchas veces se construye —y se sostiene— dentro de sistemas relacionales.
Este enfoque no busca culpables, sino comprender los patrones de relación que generan o mantienen el sufrimiento. La pregunta no es “¿qué te pasa?”, sino “¿qué está pasando entre tú y los demás?”
¿Qué es la terapia sistémica?
La terapia sistémica nace dentro del ámbito familiar, pero hoy en día se aplica también a parejas, grupos, e incluso procesos individuales. Su objetivo es entender el malestar como algo que surge y se expresa dentro de un sistema de relaciones.
No se trata de mirar solo al pasado o al interior de la persona, sino de observar cómo se comunica, qué rol ocupa, qué funciones puede estar cumpliendo el síntoma dentro del sistema y qué posibilidades de cambio existen desde ahí.
Tres claves del enfoque sistémico
Circularidad:
Los problemas no tienen una causa única, sino que se alimentan mutuamente. Lo que hace una persona afecta al resto, y eso vuelve a influir en la primera.
El síntoma como mensaje:
A veces lo que parece un “problema” individual (como una rabieta o una tristeza persistente) cumple una función en el sistema. La terapia ayuda a escuchar ese mensaje y encontrar nuevas formas de expresarlo.
Roles y comunicación:
Cada persona ocupa un lugar dentro del sistema. A veces nos sobrecargamos o quedamos atrapados en papeles que no nos corresponden. Revisar cómo nos comunicamos y qué rol asumimos puede ser profundamente liberador.
Otras terapias sistémicas
Dentro del enfoque sistémico han surgido distintas corrientes que comparten una visión relacional del malestar. Algunas de las más conocidas son:
La terapia breve estratégica, que busca producir cambios rápidos a través de intervenciones muy concretas centradas en los patrones de interacción.
La terapia centrada en soluciones, que pone el foco en lo que ya funciona, ayudando a la persona o al sistema a construir desde sus recursos.
Las terapias narrativas, que entienden que nuestras historias personales no son estáticas, y que podemos reescribirlas cuando nos liberamos de los discursos que nos limitan.
Además, las terapias familiares y de pareja también se enmarcan dentro del enfoque sistémico, ya que trabajan directamente con el sistema relacional como unidad de cambio. En lugar de centrarse en un solo individuo, observan las dinámicas, los roles, las alianzas y los modos de comunicación entre los miembros del sistema. El foco está en cómo se construye el malestar entre las partes, y en cómo el cambio en una persona puede transformar el conjunto. Por eso, cualquier proceso terapéutico que trabaje desde lo relacional, buscando restaurar el equilibrio o la comunicación en el sistema, está profundamente alineado con la mirada sistémica.
¿Para quién es útil?
La terapia sistémica es útil para familias, parejas, o personas individuales que sienten que su malestar está relacionado con sus vínculos. También cuando se repiten conflictos, hay bloqueos relacionales o se arrastran lealtades o mandatos familiares que pesan.
Cómo lo utilizo yo
Aunque trabajo con personas de forma individual, me gusta mirar más allá de lo interno. Observo cómo se vinculan, qué lugar ocupan en su sistema, qué roles han aprendido, qué cargas llevan sin darse cuenta. A veces trabajamos con las palabras, otras con lo que no se dice. Me interesa ayudarte a ocupar un lugar más libre y auténtico en el propio sistema.
A veces el cambio no empieza en ti, sino en cómo entiendes las relaciones que forman parte de tu historia. Si te apetece iniciar un proceso desde esta mirada, estaré encantada de acompañarte.