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La terapia psicodinámica tiene sus raíces en el psicoanálisis, una de las corrientes más influyentes de la historia de la psicología. Fue Freud quien abrió el camino a una nueva forma de entender el malestar: ya no se trataba solo de eliminar síntomas, sino de comprender su origen y su función.
Hizo importantes aportaciones como destacar la importancia de la infancia y el trato recibido en el desarrollo emocional del adulto o poner en valor el inconsciente como motor de muchas de nuestras decisiones y malestares. También dio lugar a la psicoterapia como la entendemos hoy: un espacio de diálogo entre paciente y terapeuta.
Freud habló de la repetición de patrones y de cómo el pasado se cuela en el presente; de la interpretación de sueños como vía de acceso al inconsciente y de la función del síntoma como algo que expresa un conflicto más profundo.
Introdujo conceptos como la transferencia y la contratransferencia, así como la técnica de la asociación libre, que consiste en dejar hablar al paciente con el menor filtro posible para acceder a lo que hay detrás de lo evidente. La transferencia se produce cuando el paciente proyecta en el terapeuta emociones de vínculos pasados. La contratransferencia es la respuesta emocional del terapeuta ante eso.
La psicodinámica es una versión más actualizada, breve y flexible del psicoanálisis clásico. Deja de lado propuestas con poco respaldo científico y propone una terapia más guiada, con sesiones más espaciadas y enfocada en la vida actual del paciente, aunque sin perder la profundidad.
Su objetivo es hacer consciente lo inconsciente, es decir, descubrir los patrones, emociones o mecanismos que operan “en segundo plano” y nos condicionan sin que lo sepamos. Se trabaja el mundo interno, los vínculos, la historia emocional y la manera en que todo eso sigue presente hoy.
El inconsciente. No todo lo que nos pasa es evidente o racional. Muchas emociones, decisiones, síntomas o formas de actuar se ven influenciadas por contenidos inconscientes: deseos, miedos, recuerdos o conflictos que quedan fuera del campo de la conciencia, pero siguen actuando desde el fondo.
Los patrones repetitivos. A menudo repetimos situaciones, vínculos o emociones sin saber por qué. Esto se llama compulsión a la repetición: tendemos a revivir, de forma simbólica o literal, experiencias no resueltas del pasado. El trabajo terapéutico ayuda a identificarlos, entender su origen y abrir posibilidades nuevas.
La relación terapeuta-paciente. El vínculo terapéutico es mucho más que una conversación. Es un espacio donde, a menudo sin quererlo, se activan formas antiguas de vincularnos. Lo que ocurre en la relación con el terapeuta se convierte así en una vía para comprender y transformar nuestros esquemas relacionales.
Personas que sienten que siempre tropiezan con la misma piedra, que no entienden por qué reaccionan como lo hacen, que arrastran malestar emocional sin una causa clara o que repiten patrones dañinos en sus relaciones.
Aunque no trabajo desde una posición neutra ni suelo utilizar la transferencia como herramienta explícita, sí integro muchos elementos del enfoque psicodinámico. Me interesa escuchar lo que se repite en el discurso, trabajar con la asociación libre, hilar contenidos que aparecen aparentemente desconectados y explorar la función que puede estar cumpliendo el síntoma.
También presto atención a los mecanismos de defensa (formas automáticas de protegernos del malestar, como la evitación o la racionalización) y a las resistencias (dificultades internas para avanzar en la terapia, que suelen tener un sentido inconsciente).
Cuando los síntomas no se entienden o parecen no tener lógica, mirar más allá —sin forzar— puede abrir caminos que antes no veíamos.
Si lo que sientes no termina de tener explicación, si repites historias sin saber por qué o si necesitas entenderte más allá de los síntomas, este enfoque puede ayudarte a mirar con otros ojos. Si te apetece iniciar un proceso conmigo desde esta mirada, estaré encantada de acompañarte.
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