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Patricia Vílchez Las Heras - Doctoralia.es

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Problemas o trastornos de los impulsos o la CONDUCTA

conducta

¿Qué son los trastornos de los impulsos o la conducta?

Los trastornos de los impulsos o la conducta forman parte de un grupo de condiciones psicológicas caracterizadas por dificultades persistentes en el control de emociones y comportamientos. Esto puede llevar a acciones impulsivas, agresivas o desafiantes, que resultan desproporcionadas o inapropiadas para la edad y el contexto de la persona.

Estos problemas afectan el bienestar del individuo y su entorno, generando conflictos familiares, escolares, laborales o sociales, y dificultando la adaptación a normas y límites.

Es importante distinguir entre comportamientos propios del desarrollo normativo —como desobediencia ocasional, rabietas o necesidad de afirmación en ciertas etapas— y un trastorno clínico. En los trastornos de conducta, los síntomas son persistentes, intensos y generalizados, interfieren significativamente en la vida de la persona y suelen mantenerse en el tiempo si no se interviene.

Por ejemplo, la rebeldía adolescente forma parte del desarrollo emocional y social de muchas personas, pero cuando los comportamientos se vuelven extremos, repetitivos y perjudiciales, con una clara alteración del funcionamiento familiar, escolar o interpersonal, puede ser señal de un trastorno de conducta que requiere evaluación profesional.

Estos trastornos afectan aproximadamente al 4-6% de los niños y adolescentes y al 2-5% de los adultos, según el tipo específico. El Trastorno negativista desafiante y el Trastorno de conducta son más frecuentes en niños, mientras que la cleptomanía y otras conductas impulsivas se observan más comúnmente en adultos.

Tipos de trastornos de conducta e impulsividad

En infancia y adolescencia, los más frecuentes son:

TND. Trastorno Negativista Desafiante: patrón persistente de comportamiento desafiante, irritable y hostil hacia figuras de autoridad.

TC. Trastorno de Conducta: incluye conductas que violan los derechos de los demás o normas sociales, como agresiones físicas, robos o destrucción de la propiedad. Puede evolucionar hacia un trastorno antisocial de la personalidad en la adultez.

TEI. Trastorno Explosivo Intermitente: episodios repetidos de pérdida de control con arrebatos de ira o agresión desproporcionada.

En adultos son:

Cleptomanía: impulso incontrolable de robar objetos que no se necesitan.

Piromanía: atracción compulsiva por provocar incendios.

Manifestaciones frecuentes

Las personas con trastornos de los impulsos o la conducta pueden presentar irritabilidad constante, baja tolerancia a la frustración, desobediencia persistente hacia figuras de autoridad, arrebatos agresivos o comportamientos destructivos, dificultades para seguir normas y mantener la calma, impulsividad sin consideración de las consecuencias o problemas de socialización, aislamiento o conflictos interpersonales.

Causas de los trastornos de conducta e impulsividad

El origen es de diversos factores:

Biológicos: predisposición genética, desequilibrios neuroquímicos, disfunciones en áreas cerebrales implicadas en la autorregulación.

Sociales: entornos familiares disfuncionales, negligencia, abuso, falta de límites o modelos inadecuados.

Psicológicos: dificultades en la regulación emocional, escasa tolerancia a la frustración, habilidades sociales deficitarias o experiencias tempranas no elaboradas.

Mi enfoque terapéutico

Cuando trabajo con niños, adolescentes o adultos que presentan problemas de conducta o impulsividad, pongo el foco en comprender el funcionamiento emocional subyacente a los comportamientos disruptivos. No se trata solo de cambiar conductas, sino de ayudar a la persona a desarrollar mayor capacidad de autorregulación, empatía y reflexión sobre sus actos.

Trabajo desde un enfoque integrador y respetuoso, combinando la terapia cognitivo-conductual (entrenamiento en habilidades, cambio de patrones, prevención de recaídas), la terapia sistémica (revisión de dinámicas familiares que perpetúan el problema), y herramientas de psicoeducación emocional. Cuando es necesario, colaboro con psiquiatras para valorar el uso complementario de medicación en casos con sintomatología grave o muy desbordante.

Me adapto al nivel madurativo, ritmo y necesidades de cada persona, y trabajo también con el entorno si es necesario para crear un espacio estable, seguro y contenedor.

Importancia de la detección temprana

Una detección temprana y un abordaje adecuado pueden prevenir la cronificación del problema, el deterioro relacional, el fracaso escolar o profesional y el desarrollo de trastornos de personalidad en la vida adulta.

Estos problemas rara vez desaparecen por sí solos; por el contrario, tienden a intensificarse si no se interviene, impactando negativamente en la autoestima, las relaciones familiares y el proyecto vital de la persona.

Es recomendable consultar cuando se observa en uno mismo o en alguien del entorno: agresividad frecuente o pérdida de control emocional, rechazo constante a normas o figuras de autoridad, comportamientos de riesgo o destructivos, baja tolerancia a la frustración, impulsividad o culpabilidad excesiva tras los actos, conflictos repetidos con iguales, adultos o familiares.

Pedir ayuda no es un signo de fracaso. Es una acción de cuidado y responsabilidad que puede marcar la diferencia en el desarrollo emocional y social de la persona.

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FAQ

Sí, aunque es menos frecuente. En algunos casos, personas adultas pueden desarrollar conductas impulsivas o desafiantes vinculadas a traumas no elaborados, trastornos del estado de ánimo o contextos de alta presión emocional.

La impulsividad patológica es repetitiva, difícil de contener, aparece en múltiples contextos y suele ir acompañada de consecuencias negativas significativas. Una pérdida puntual de control no implica un trastorno.

Es fundamental la coordinación con el entorno escolar para establecer límites coherentes, aplicar estrategias de refuerzo adecuadas y reducir estímulos que puedan aumentar la desregulación. La colaboración entre profesionales, familia y escuela es clave.

Sí, con apoyo terapéutico pueden aprender a gestionar sus emociones, comunicarse mejor y establecer relaciones más estables y empáticas. Las habilidades relacionales se pueden entrenar y fortalecer.

En muchos casos, sí. Es común que coexistan con TDAH, ansiedad, depresión o trastornos del apego, lo que puede agravar la sintomatología y requiere una evaluación clínica cuidadosa.

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